El sueño de una noche de verano. Así se podría definir lo vivido la noche del 25 de agosto en Madrid. La temperatura era de lo más agradable y La Riviera presentaba un aspecto que hacía mucho tiempo que yo no vivía allí. Con las entradas agotadas prácticamente al momento de que se pusieran a la venta a finales de abril no se podía esperar otra cosa. Hacía muchos años que Incubus no pisaban nuestro país y era la ocasión perfecta para dejarse llevar por la nostalgia y disfrutar de la inacabable colección de hits que atesoran los de Calabasas. En teoría, venían a presentar su último disco, «8», publicado hace apenas un año, pero son conscientes de la pérdida de relevancia que han sufrido en la última década con sus dos discos más recientes y, por lo tanto, prepararon un set list casi inmaculado repleto de éxitos. Muestra de ello es cómo, a las 21:15, hicieron su aparición en escena: arrollando. La Riviera a reventar, y una disposición escénica espectacular con tres pantallas (una central, detrás de la banda, y dos laterales) sobre las que se proyectaban juegos de imágenes psicodélicos entremezclados con los miembros del quinteto que estaban siendo grabados en directo, complementaban una actuación espectacular que se fue a la hora y tres cuartos y en la cual, tanto los que veíamos en directo a la banda por primera vez como los que ya habían podido disfrutar de su directo con anterioridad, salimos más que satisfechos.
Como decía antes, salieron a matar, y de forma un poco sorprendente arrancaron con «Privilege». El contundente tema que sirve también de apertura a su emblemático «Make Yourself» (1999) puso la sala patas arriba y demostró que Incubus venían a arrasar y que no iban a hacer prisioneros, con momento de Brandon Boyd tocando el djembe en el interludio instrumental que colocaron en mitad del tema incluido. Tras acabar, un pequeño parón debido a algún problema técnico fue aprovechado por Boyd para saludar al público. Hay que decir que estuvieron poco comunicativos con los fans, pero bueno, yo soy de los que prefieren que los músicos hagan su trabajo en lugar de estar de cháchara con los asistentes o alargando los temas ad infinitum… Una vez hecha la presentación pertinente, «Anna Molly» y «Megalomaniac» hicieron temblar el suelo de la sala madrileña con los botes de la gente que no dejó de corear tanto los riffs como las letras de estos temas, y en realidad, de la mayoría de los que tocaron.
Regresaron a «Light Grenades» (2006) con una «A Kiss To Send Us Off» que sonó con esa potencia característica de los californianos que echamos de menos en sus últimos trabajos. La primera parada en «8» se producía con «State Of The Art», un tema más lento con el que bajaron un poco las revoluciones pero interpretado también con gran maestría. El grandioso «Morning View» (2001) tuvo también su cuota de protagonismo y en esta primera parte del concierto se vio representada por «Circles» y «Echo», dos temas antagónicos en su concepción musical pero igualmente brillantes tanto a nivel de composición como de ejecución. Dos caras de una misma moneda que demuestran la versatilidad de una banda que a lo largo de su trayectoria ha evidenciado que es capaz de tocar muchos palos y que rara vez yerran el tiro. Acto seguido, el punto álgido del show. Suenan los samples de DJ Kilmore que marcan el inicio de «Pardon Me» y a más de uno se nos pone la piel de gallina. Incubus tienen muchos temas geniales pero éste es enorme, pluscuamperfecto, y resume a las mil maravillas las mejores cualidades de la banda porque, a parte de los scratches de Kilmore y la perfecta y emotiva ejecución vocal de Brandon Boyd, la sección rítmica es espectacular. Las imaginativas líneas de bajo de Ben Kenney sincopadas con los cambiantes ritmos de batería de José Pasillas trascienden géneros y destacan tanto en temas de corte nu metal como éste, como en el vibrante «Sick Sad Little World» que interpretaron a continuación en el que Mike Einziger – todo un guitar hero alternativo – toma el protagonismo con unas melodías de guitarra de aires progresivos. «No Fun» supuso la segunda y última parada en su disco más reciente. Un tema enérgico que fue bien recibido pero que dista bastante de convertirse en un nuevo himno de la banda. «Love Hurts» demuestra que una balada no tiene porqué rebajar el nivel de intensidad de una actuación. Menos ruido, menos botes, pero la emoción a flor de piel con este clásico del repertorio de los californianos. «Absolution Calling» fue la única canción que interpretaron de su EP «Trust Fall (Side A)» (2015) y pese a que no está entre sus temas más conocidos a mí me pareció una elección adecuada. Es un corte que combina una melodía de aires electrónicos con un estribillo de arena rock que tiene su punto. Pero lo que tiene su punto es el empalmar el final de la canción, a modo de medley, con el clásico de Chris Isaak «Wicked Game» que versionaron con mucho gusto, llevando a su terreno una balada que en su vertiente más oscura y potente popularizó HIM en la misma época de gloria que los finlandeses compartieron con Incubus. Era el momento de las sorpresas, y la siguiente llegó cuando interpretaron «Calgone», única parada en su exótico «S.C.I.E.N.C.E.» (1997), tras la cual llegó la versión de «Need You Tonight» de INXS. Innecesaria, a mi modo de entender, aunque hay que reconocer que le dieron un toque que mejora la original. Y la segunda y última parada en «Morning View» llegó con las imprescindibles «Nice To Know You» y «Wish You Were Here». La primera puso a prueba tanto nuestras gargantas como nuestros oídos. Casi toda la sala gritando a pleno pulmón el estribillo produce un momento mágico pero dificulta mucho escuchar la interpretación de la banda, algo que – por citar un aspecto negativo – fue recurrente a lo largo de toda la velada, y es que faltó potencia en el sonido. Nada más acabar el hit guitarrero, Brandon Boyd se recogió la melena con un moñito de gusto estético cuestionable pero que suponemos le haría estar más cómodo, para cantar un «Wish You Were Here» suavizado, para el que prescindieron de la distorsión en la guitarra de Einziger, y el cual empalmaron también con un trozo del clásico de Pink Floyd del mismo título. Un momento bonito que fue muy celebrado y con el cual la banda se retiró a sus camerinos a la espera de que el respetable clamara por los bises…
Nunca entenderé la gilipollez de tararear el riff de «Seven Nation Army» para pedir unos bises o menesteres similares, pero oye, parte del público lo hizo e Incubus regresaron a escena atreviéndose a versionar las primeras estrofas del tema de The White Stripes hasta que a Boyd le entró la risa y pararon. Anécdota que precedió a unos bises algo descafeinados. Una introspectiva cara B como «Punch Drunk» sirvió para iniciarlos y servir de aperitivo a la indispensable «Drive». El primer éxito de la banda a nivel masivo no podía faltar, era un momento muy esperado por todos pero decidieron tocarla al ralentí. Yo hubiera preferido la versión fiel al álbum pero tampoco le voy a hacer ascos a un tema tan mítico y con el cual la sala se convirtió de nuevo en un enorme karaoke. Fue el paso previo al broche final que llegó con «A Crow Left Of The Murder», el potente tema que da título a su álbum de 2004 con el cuál bajaron el telón por todo lo alto y pusieron una sonrisa en la cara de los asistentes que inmediatamente fuimos conscientes de que no habíamos vivido un concierto más, sino uno de esos que permanecen en la memoria por mucho tiempo.
Fotos facilitadas por Live Nation España
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