Aquí tenemos una de las sorpresas del año. “Forever Comes To An End” es el segundo álbum del guitarrista de Airbag, Bjørn Riis, y ha llegado a nuestros oídos de forma inesperada, cautivándonos con este sonido tan personal en el que el noruego reconoce que fusiona la influencia de las bandas más pesadas que creció escuchando, como Black Sabbath, Kiss o Deep Purple, con música de bandas sonoras de cine y otras cosas más ambientales.
Mientras continúa en su puesto de guitarrista en Airbag, Riss comienza en 2014 su carrera en solitario publicando “Lullabies In A Car Crash” con muy buena recepción por parte de la crítica, y en mayo de este año nos entrega esta joya que es su segundo trabajo. Además, es un guitarrista muy respetado que cuenta con su propio blog, donde sus tutoriales de guitarra son seguidos por miles de fans cada semana, por lo que tiempo no le debe sobrar al bueno de Bjørn Riis…
Escrito y producido por el propio Riis, “Forever Comes To An End” presenta varias colaboraciones como la de sus compañeros en Airbag Henrik Fossum en la batería y Asle Tostrup en las programaciones, Simen Valldal Johannessen de OAK en el piano, y la cantante noruega-granadina Sichelle Mcmeo Aksum que presta su voz en los coros de “Winter”.
En “Forever Comes To An End” tenemos temas como el que da título al álbum y que sirve de apertura del mismo que muestra el lado más guitarrero del LP, alternando riffs contundentes con partes atmosféricas y épicos solos. Tenemos otros como “The Waves” que, muy en la línea de los británicos Anathema, se basa en largos y emotivos desarrollos sobre sonidos muy ambientales. Es patente a lo largo de todo el álbum la influencia de gigantes del rock progresivo como Pink Floyd, Porcupine Tee, Genesis o los propios Anathema, sin olvidarnos de su banda madre, Airbag, de cuyo sonido tampoco se desmarca por completo. Predominan los pasajes instrumentales pero en los pocos cortes en los que introduce su voz, como en “Winter”, nos seduce su tono dulce y sombrío, al estilo de Steven Wilson o David Gilmour, sin alardes, pero siempre emotivo, acompañando los íntimos punteos de guitarra que son los verdaderos protagonistas de un álbum en el que se cuida mucho de no ser pesado con solos técnicos e interminables.
Lo mejor: Nos encontramos ante un álbum ambiental difícil de etiquetar, con un sonido muy pulcro y excelentemente producido por el propio Riss. La dualidad emocional entre el resentimiento y el perdón es el hilo conductor de un trabajo delicado capaz de tocar la fibra.
Lo peor: Es un trabajo que requiere de varias escuchas para apreciar sus matices, lo cual puede hacer que algunos oyentes pierdan el interés, si bien es cierto que a algunos temas les sobra un poco de minutaje para ser más redondos.
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