Nueve álbumes, ni más ni menos, son los que tienen ya a sus espaldas God Is An Astronaut. Tras el decepcionante «Helios | Erebus» publicado hace tres años, ahora regresan con «Epitaph», su noveno disco de estudio en dieciséis años de trayectoria de la banda, y en el cual resurgen con uno de los mejores trabajos de su carrera. Publicado hace una semana a través de Napalm Records, tenemos aquí una colección de ocho cortes en los que la banda irlandesa sale de su zona de confort, mostrándonos una amplia variedad de influencias que van desde el shoegaze hasta doom metal, pasando por el synthwave que siempre se ha dejado sentir en el sonido de los de Wicklow.
El post-rock es uno de los géneros más versátiles de los tiempos modernos. Puede ser oscuro y pesado, o extremadamente etéreo y ambiental. Esto permite a las bandas tejer una plétora de emociones en su música. Los hermanos Kinsella siempre entendieron bien este aspecto y el dúo se ha asegurado de que su música no solo tenga la rica dinámica que permite su estilo, sino también la respuesta emocional que requiere. Como muestra tenemos el corte inicial «Epitaph», donde empezamos con una atmósfera de lo más relajante antes de tambalearnos en una vorágine de riffs que se podría decir que gritan pesadumbre y desesperación, algo que uno no esperaría de God Is An Astronaut. «Mortal Coil» cambia de tercio y se basa en la percusión de Lloyd Hanney, combinada con la fantástica contribución de Jamie Dean en las teclas. La pista fusiona elementos de música clásica, post-metal y electrónica con brillantez, y enlaza perfectamente con un corte como «Winter Dusk/Awakening» de marcado carácter ambient que deslumbra por su delicadeza. «Seance Room» es una pieza completamente diferente, que aporta una atmósfera mucho más oscura, mezclando el sonido de la vieja escuela a base de riffs de guitarra distorsionados y reverberizados con las suaves melodías de guitarra de Torsten Kinsella, mientras que el bajo de Niels se hace fuerte en el fondo hacia segmentos más sucios. Se vuelven menos melódicos y más cercanos al post-metal, siendo el corte que más me recuerda a nuestros Toundra. Moviéndose con suma suavidad tenemos «Komorebi», donde los sintetizadores se elevan sobre una superficie de naturaleza ligera y volátil en un tema de gran belleza y que rezuma melancolía.
«Medea» y «Oisín» culminan el álbum con una gran tensión. En el primero tenemos una de las atmósferas más livianas del álbum en su primera mitad, antes de revelarse y pasar a una segunda parte mucho más oscura y cargada de horror. Polos opuestos que a primera vista parecen totalmente independientes, pero en realidad son complementarios e interconectados. La felicidad y el dolor y, en una nota mucho más sombría, la vida y la muerte son el yin y el yang que uno debe aceptar como inseparables y que «Medea» refleja en un tema que bien podría pertenecer a Alcest si le añadiéramos algún gutural. «Oisín» es una canción compuesta en memoria del primo de 7 años de Torsten y Niels que resultó trágicamente muerto y muestra el dolor de la pérdida de un ser querido de principio a fin. Es un homenaje en el que cada nota representa la tristeza y el dolor experimentado por el dúo, y le da al álbum un cierre emotivo muy acertado.
God Is An Astronaut (Lloyd Hanney, Torsten Kinsella & Niels Kinsella)
Lo mejor: «Epitaph» es el trabajo más inspirado de God Is An Astronaut desde «All Is Violent, All Is Bright«. En este nuevo álbum vemos a una banda con ganas de experimentar con nuevos sonidos e ideas y nos sumergen en un viaje donde el dolor, la ira y la paz hallan su justo equilibrio.
Lo peor: Pese a que es un gran álbum, no está al nivel aún de los de otras bandas de post-rock que durante estos años les han adelantado por la derecha.
God Is An Astronaut «Epitaph» (Napalm Records)
1. Epitaph
2. Mortal Coil
3. Winter Dusk/Awakening
4. Seance Room
5. Komorebi
6. Medea
7. Oisín
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