No creo hayas llegado hasta esta crítica esperando que te expliquen en qué punto se encuentra la historia de las «Amory Wars» que protagonizan Coheed, Cambria y su hijo Claudio; no lo creo, pero si es así, siento no poder ayudarte. La verdad es que nunca me he enterado muy bien de qué va todo ese universo, y tampoco lo he intentado, para ser sincero. Nunca he sido un friki, ni siquiera he leído un comic entero en toda mi vida, así que zambullirme en esta inacabable historia llena de precuelas, secuelas y títulos interminables nunca ha estado entre mis prioridades, de hecho no recuerdo casi ningún título entero de sus discos; siempre me refiero a ellos como el primero, el segundo, el tercero, etc, así hasta llegar a este «Vaxis – Act II: A Window Of The Waking Mind», el décimo de su catálogo. Así es, la atención que he prestado al aspecto extramusical de la obra de Coheed And Cambria es inversamente proporcional a la que he dedicado a sus canciones y sus discos porque, sí amigos, para que no haya duda, me declaro fan de Coheed And Cambria. Precisamente por ello, he dejado pasar un tiempo prudencial desde la publicación del álbum (24 de junio, Roadrunner) para asimilarlo y hacer una crítica ponderada del mismo, porque de entrada no me entusiasmó, y la verdad es que con el tiempo y más escuchas, la percepción general tampoco ha mejorado en exceso. No es un disco malo, en absoluto, en veinte años de carrera los neoyorkinos aún no han dado un gran patinazo, pero sí que es cierto que no está a la altura de lo que yo espero de ellos. Cuando acostumbras a tu público a la excelencia, corres estos riesgos…
Por situarnos un poco, «Vaxis – Act II: bla bla bla» es la continuación de «Vaxis- Act I: Unheavenly Creatures», los dos primeros tomos dentro de un arco narrativo de cinco capítulos descrito por la banda como «una pareja que huye de las fuerzas tiránicas y su misteriosa nueva incorporación». El intervalo de cuatro años entre la publicación de uno y otro es el más largo de su carrera, un periodo de letargo musical debido en buena medida al estallido de la pandemia del COVID-19. De hecho, Claudio Sánchez, ha comentado que ya estaba trabajando en el álbum en 2019 y que había comenzado una canción llamada «Hallelujah Quarantine» que trataba de una organización criminal que abusaba de las cuarentenas voluntarias para robarle a la gente, un concepto que parecía inofensivo cuando lo escribió, pero que con el inicio de las cuarentenas obligatorias y las controversias derivadas a su alrededor, le parecía que podía ser problemático o malinterpretado. El caso es que si «Vaxis I» es un disco inconmensurable, «Vaxis II» es un tanto errático y difícil de digerir pese a que le hayan dado una orientación más pop, algo deliberado y derivado de la producción llevada a cabo por el propio Sánchez y Zakk Cervini (Machine Gun Kelly, Bring Me The Horizon, Good Charlotte). Arranca el álbum con «The Embers Of Fire», su típica intro instrumental, que en este caso viene a ser un reprise épico y pomposo de «Old Flames» o «Prologue», como lo quieras ver. «Beautiful Losers» recoge la herencia de su predecesora en los primeros compases pero rápidamente ganan protagonismo las guitarras distorsionadas y muteadas para confeccionar un tema efectivo como tantos otros de los que llevan facturando con maestría durante la última década. «Comatose» sube revoluciones y nos recuerda a los Coheed más directos y festivos; gran tema que sirve para calentar motores de cara a uno de los momentos álgidos del álbum, que no es otro que «Shoulders» y ese riff sorprendentemente hardrockero diseñado para quebrar las cervicales del más pintado. ¿Qué decimos de «A Disappearing Act»? aquí Claudio Sánchez se desprende de su guitarra y echa mano de un sintetizador para soltarnos en la cara un tema de indie metalizado, por llamarlo de alguna forma, en la línea de los últimos Within Temptation y otros grupos del estilo que han perdido el norte queriendo seducir no sé muy bien a qué público (aunque a algunos les funciona, por lo que igual el raro soy yo, o es que ya tengo más años que esos potenciales fans, pero ver a roqueros cuarentones hacer eso me sigue chirriando). Afortunadamente, este tema no crea tendencia y rápidamente vuelven a la senda que los seguidores de toda la vida esperamos que no abandonen, o al menos no del todo, porque algunos desvíos sí que han cogido a lo largo de los últimos años… De hecho, en «Love Muder One» todavía hay muchos filtros en la voz del melenudo norteamericano de origen puertorriqueño, incluso tira del odioso autotune en el puente, pero el tema gana enteros respecto al anterior. «Blood» es un medio tiempo inspirado en su relación con su hijo Atlas que pretende ser épico pero queda bastante lejos de lograr ese objetivo. Aumenta la tensión y la melodía en «The Liars Club», otro de los adelantos que nos presentaron en su día y que tiene un ramalazo emo que mola, de hecho me recuerda bastante a «I’m Not Okay (I Promise)» de My Chemical Romance, bastante más descafeinado, eso sí. «Bad Man» arranca ya con voz en autotune y sintetizadores, mal empezamos… Pero no hay que dejarse llevar por prejuicios, es un tema con uno de los mejores estribillos del álbum, por no decir el mejor. Digamos que es un tema de pop contemporáneo en las estrofas, flojo por definición, pero salvan los muebles gracias a un estribillo radiante y algunos arreglos de guitarra que salpican varios momentos del tema. «Our Love» es otro medio tiempo, en este caso dedicado a su mujer Chondra Echert (compañera en las venturas y desventuras de «Amory Wars»), que al igual que le ocurre a «Blood», pasa con más pena que gloria. Corto e insulso, es el contrapunto perfecto para «Ladders Of Supremacy», un corte (este sí) épico que nos reconcilia con la versión más progresiva de los neoyorkinos. Rechina un poco el rollo «woke» de la letra, pero si la obvias (yo lo hago a menudo), disfrutarás de un tema potente de casi siete minutos con sus cambios de ritmo y atmósferas típicos del género que mayores alegrías nos está dando en los últimos tiempos. «Rise, Naianasha (Cut The Cord)» sigue en esa línea aunque con un enfoque menos intenso y más alegre. No parece nada casual que se hayan guardado todos los artefactos de corte progresivo para el tramo final, porque sí, ya hemos llegado al final, el que marca la barroca «Window Of The Waking Mind», una canción de ocho minutos y medio, subdivididos en seis piezas, en los que tenemos percusiones de ambiente de marcha militar, guitarras españolas, arreglos de cuerda, pianos, coros operísticos a lo «A Little Piece Of Heaven», cierre con la misma melodía con la que se abre el álbum… Puede parecer excesiva, y lo es, pero prefiero esta vertiente antes que el pop-rock insustancial con el que nos han empalagado en todo el tramo central de este «Vaxis – Act II: A Window Of The Waking Mind» que no pasará a la historia como uno de los mejores discos de Coheed And Cambria, pero que resulta lo suficientemente entretenido como para darle otra oportunidad y rescatar tres o cuatro canciones que añadir a su catálogo de hits inconmensurables.
Lo mejor: Coheed And Cambria siguen en la brecha y su décimo disco de estudio es entretenido y alberga algunos momentos memorables.
Lo peor: El sonido plenamente reconocible que han fraguado a lo largo de los años empieza a difuminarse y es evidente que han perdido la magia de sus inicios donde este era más crudo, visceral y emotivo.
I. «Time»
II. «The Awakening»
III. «Birth»
IV. «The Mirroring Eyes»
V. «The Mother»
VI. «The Father»
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