Hay vida más allá de Taylor Swift. En la semana en la que parece que se ha parado el mundo por la visita a Madrid de la Madonna del siglo XXI hemos tenido otros eventos musicales en la capital de lo más relevantes como el que hoy nos ocupa, las visitas de Deftones, 30 Seconds To Mars o The Hellacopters, por no hablar de la cita doble de AC/DC en Sevilla. Pero el bombardeo mediático es un fiel indicador de la decadencia de Occidente y aquí estamos nosotros, poniendo nuestro pequeño granito de arena para intentar revertir la situación, por mucho que sepamos que el esfuerzo será en vano. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. El caso es que el primero de junio tenía lugar en La Caja Mágica un festival de un día en el que seis bandas tenían el papel de escoltar a los grandes protagonistas de la noche, alrededor de los cuales se había montado todo el tinglado, ¡ni más ni menos que Green Day!
Accedí al recinto rozando las 18:30 cuando The Interrupters acababan de terminar su actuación, motivo por el cual me crucé con mucha gente que salía del recinto después de haber presenciado su directo para su particular avituallamiento allende el recinto de la meca del tenis en nuestro país. El quinteto liderado por Aimee Allen también tiene sus fans, aunque el horario al que les haya tocado actuar no les beneficie.
Previo a la pertinente vuelta de reconocimiento por las instalaciones me quedé un rato en el escenario Río Babel (el pequeño) donde a esas horas tenía lugar la actuación Emlan, el alias bajo el que el joven ilerdense Arnau Moreno presenta su música al mundo. Con una carrera vertiginosa iniciada apenas hace cuatro años en los que ha publicado un EP y un par de discos titulados «Nuestro Plan» y «Hotel Chiclepunk», los cuales centraron el repertorio, ofreció una actuación que me sorprendió por la calidad de su sonido, perfectamente nítido, en el que tanto los instrumentos como la voz se distinguían con claridad. Quizá la batería se escuchaba demasiado, pero nada que empañara el resultado final. La calidad de sus canciones también es de destacar. Hablamos de un pop-punk que me recordó a los inicios de Pignoise. Amable al oído y apto para todos los públicos, especialmente el adolescente. Lo mantendremos en el radar.
Tomando posiciones en la zona media de la explanada en frente del escenario principal bautizado con el nombre de uno de los principales patrocinadores del festival, Johnnie Walker, me dispuse a presenciar el siempre incendiario directo de The Hives. Como conocedor circunstancial de la obra de los suecos he de decir que me llevé una grata sorpresa. Contaban con muchos seguidores entre el respetable, y a tenor de lo mostrado en directo no me extraña. Cierto es que su vocalista, Howlin Pelle Almqvist peca un poco de «chapas» con tanta interacción con el público, con la llamada al grito de «señoritas», «caballeros», esperando la pertinente respuesta de los apelados, pero forma parte de su show, y además se agradece su esfuerzo de dirigirse en español a sus fans, algo que hizo muy dignamente, aunque al final prefirió pasarse al inglés porque vocabulario en el idioma de Cervantes tampoco le sobra. Durante una hora derrocharon actitud y buen sonido punk-rock garajero que por momentos me hizo pensar que estaba escuchando a unos Turbonegro despojados de maquillaje. Calorcito debieron pasar, eso sí, enfundados en sus llamativos trajes con camisa y pajarita incluida, porque a esa hora, con el sol pegando a su derecha, realmente lo hacía. Otra cosa sería después… Tan solo Chris Dangerous a la batería estaba en camisa, con una imagen que recordaba a Josh Homme en su papel de Eagles Of Death Metal. Gracias a clásicos de su repertorio como «Hate To Say I Told You», «Main Offender», «Tick Tock Boom» o «Walk Idiot Walk» no dejaron títere con cabeza. Y tampoco se quedaron atrás con nuevos himnos extraídos de su último álbum, «The Death Of Randy Fitzsimmons», el cual Almqvist se encargó de publicitar hasta la extenuación, como el efervescente «Bogus Operandi» o el velocísimo «Come On» que apenas duró unos segundos más que el «Happy Bithday To You» que le dedicaron a un par de asistentes. No faltó el (por lo visto) clásico momento en que se quedan congelados como estatuas al modo de unos mimos que piden perras para seguir su actuación; una actuación que más que un concierto al uso es un show teatralizado donde todo el mundo sale satisfecho y pensando que son una de las mejores bandas del mundo. ¿Lo son?. Puede que en lo suyo, sí.
Este era el aperitivo para el plato fuerte de la noche, y mientras muchos se quedaban frente al escenario principal guardando sitio para Green Day, o peleándose por avanzar algunas posiciones de cara a estar más cerca de sus ídolos, otros nos fuimos a pillar algo de merienda/cena mientras prestábamos atención (no sé si la debida) a la actuación de 30s40s50s, una de las bandas con el nombre más extraño e impronunciable con las que me he topado, y eso que son unas cuantas… Extraño al menos de primeras, porque resulta que el combo madrileño está liderado por Bely Basarte, el guitarrista David Otero (El Pescao, El Canto Del Loco) y el productor Tato Latorre, y hace referencia a las generaciones a las que pertenecen cada uno de ellos. ¿Y qué hay de su música? Pues me resultó bastante interesante, la verdad. El pop es el hilo conductor, sí, pero hay ramalazos roqueros como el sorprendente puente que linda con el stoner en «(nononono)» o las melodías pop-punk, tan acordes con el espíritu del festival, de «(demo)». Incluso escuchamos algún tema más reposado y extenso que rozaba la psicodelia. Mucha variedad, y dicen que ahí está el gusto, así que poco que reprochar. Una experiencia satisfactoria que pocos presenciaron debido al horario en que actuaron. Gajes del oficio.
El concierto de Green Day arrancaba a las 21:30 según el horario, aunque lo que es el concierto en sí, empezó unos diez minutos después, porque en ese tiempo sonaron a modo de teloneros Queen, Ramones y otra vez Queen mientras un animador vestido de conejo iba caldeando el ambiente en el escenario; un escenario que tres cuartas partes del público allí congregado tuvo que ver a través de las pantallas. Yo intenté acercarme lo más que pude (sin pelearme, eso sí, que no tengo tanto morro como otros) pero la cosa era imposible, así que me instalé a mitad de camino entre las vallas del Front Stage y la pantalla gigante del centro del recinto, y el concierto lo tuve que visualizar por las pantallas laterales del escenario, ¿qué se le va a hacer?. Si por lo menos se escuchara bien, pero tampoco. Las fuertes rachas de viento se llevaban el sonido y lo que te traían era olores varios. No fue la experiencia más satisfactoria, hubo muchas quejas, pero quizá el hecho de asistir al concierto más multitudinario de cuantos Green Day han dado en nuestro país y cantar en comunión esa inacabable colección de temazos míticos lo compense. Quizá. Habrá mucha polémica con las entradas «Front Stage» o «VIP», lo que se puede debatir desde un punto de vista ético y todo lo que queráis, pero por lo menos a nivel visual les compensó lo pagado, porque el resto apenas pudimos intuir el pelo azul de Tré Cool. También pude apreciar que el trío en directo es sexteto, incorporando otros dos guitarristas y un teclista para dar más empaque a su propuesta musical. Que no son un grupo punk al uso, ¡que son unos grandes del rock, hombre!.
Aunque estén presentando también su disco nuevo, «Saviors» apenas apareció tímidamente en un setlist configurado para darle la importancia que merecen sus dos discos más celebrados, de los cuales se cumplen sendos aniversarios. Tras tocar «The American Dream Is Killing Me» para ir entrando en calor, empezaron el tramo de concierto dedicado al mítico «Dookie» de 1994, el que para mí, sin duda, es su mejor trabajo. «Burnout» arrancó la fiesta, seguida de «Having A Blast» y la imprescindible «Longview» donde nos animamos a tararear la gran línea de bajo de Mike Dirnt. Llamaradas, cañonazos de confeti y petardos que asustaron a más de uno acompañaron toda la actuación. Tocaron el álbum del que celebran el trigésimo aniversario prácticamente entero, y entre los temas más celebrados, cómo no, el genial «Basket Case» que provocó el primer gran karaoke de la noche, «Welcome To Paradise» y «When I Come Around», tras la cual soltaron un gran avión hinchable pilotado por el perro como en la icónica portada. También hubo tiempo para dejar que Tré Cool hiciera el gamba sobre el escenario cantando con una capa «All By Myself». Cambio de tercio y como aperitivo para la parte del set dedicada a «American Idiot» (2004) deleitaron al personal con un «Know Your Enemy» que, perteneciente a «21st Century Breakdown», se ha convertido en un nuevo clásico de su discografía. Aquí concedieron el honor a una chica de subir al escenario a cantar algunos versos y tras orden de Billie Joe Armstrong, lanzarse al público. «Look Ma, No Brains!» y «Dilemma» del reciente «Saviors» junto a «Brain Stew» del «Insomniac» sonaron justo antes de que emergiera en el escenario el hinchable gigante con la también icónica mano sosteniendo una granada con forma de corazón que nos indica que los temas del disco que los metió de cabeza en el mainstream estaban a punto de comenzar a sonar.
Con «American Idiot» pusieron todo patas arriba, y le siguieron la ópera rock un tanto pretenciosa de «Jesus Of Suburbia», la más directa «Holiday» y una «Boulevard Of Broken Dreams» que hizo que a más de uno se le saltaran las lágrimas. El viento no solo perjudicaba la experiencia auditiva sino que traía una sensación de frío muy importante, así que (y no fui el único) decidí salirme hacia más atrás y presenciar lo que restara de show desde el fondo, donde había bastante gente viéndolo en la pantalla gigante, con el objeto de salir pitando cuanto antes para el coche. La banda continúo tocando buenos temas, pero menos habituales, como «She’s A Rebel» o «Letterbomb», que fueron celebrados por los más acérrimos pero que no despiertan la histeria colectiva que sí lo hacen los clásicos mediáticos como «Wake Me Up When September Ends». Mucha gente comenzó a abandonar las instalaciones y yo no fui menos porque me estaba quedando congelado, así que de fondo gocé del placer auditivo de escuchar en la lejanía «Minority» y «Good Riddance (Time Of Your Life)» mientras me iba con el mal sabor de boca de no haber presenciado el directo de Lagwagon. Espero tener más oportunidades en el futuro porque sí que es un grupo que me apetecía ver, pero las circunstancias son las que son. Tampoco creo que a ellos les hiciera gracia tocar alas 00:00 y después del grupo principal, que es el que todo el mundo quería ver. Si a eso le sumamos las condiciones meteorológicas, pues supongo que les quedó un panorama un tanto desangelado, peor tampoco me cabe duda de que sabrían como levantarlo.
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