Hoy se cumplen veinte años de la publicación de «Parachutes», el álbum debut de Coldplay. Qué lejos queda ya, en todos los aspectos, de hecho dudo mucho que los fans actuales de la banda de veintitantos años reconozcan a los reyes del confeti y del Holi en este disco tan exquisito como elegante. «Parachutes» es un disco de una belleza, profundidad y carga emocional tal, que ha soportado impertérrito el paso del tiempo, resultado su escucha igual de apasionante dos décadas después de su aparición, aunque sus propios protagonistas parezcan no verlo así – según algunas declaraciones de Chris Martin se podría decir que reniegan de él – ya que tan solo «Yellow» sigue formando a día de hoy parte de sus set-lists.
Pongámonos en antecedentes; Coldplay se fundó en el University College londinense por cuatro estudiantes llamados Chris Martin (vocalista, teclista, guitarrista y principal compositor), Jonny Buckland (guitarrista), Guy Berryman (bajista) y Will Champion (batería) en 1996 bajo el nombre de Pectoralz, que luego pasó a llamarse Starfish, y finalmente cambió a Coldplay un par de años más tarde. Tras lanzar algunos singles y EPs, la joven banda comenzó a trabajar en su álbum debut, el cual pensaban grabar en tan solo dos semanas, pero debido a los conciertos planificados, los problemas de agenda y demás, la grabación de «Parachutes» abarcó desde septiembre de 1999 hasta mayo del 2000. Ken Nelson se encargó, junto a la propia banda, de la producción de todas las canciones del álbum excepto «High Speed», la cual fue grabada en los estudios Orinoco de Londres y producida por Chris Allison, que trabajó con ellos en el EP «The Blue Room» en el que ya aparecía dicha canción. Comenzaron a trabajar en el álbum en los estudios Rockfield, Matrix Studios y Wessex, si bien la mayor parte de las pistas se grabó en los Parr Street Studios de Liverpool. Fue mezclado por el ingeniero de sonido estadounidense Michael Brauer (MHB Productions) en Nueva York y publicado finalmente por el mítico sello Parlophone el 10 de julio del 2000. A tenor de lo que plasmaron en «Parachutes», Coldplay no aspiraban a ser un grupo de rock de estadio, ni unas mega-estrellas del pop. Su debut estaba formado por diez canciones intimistas, tímidas incluso, que llevaban la sencillez y la elegancia por bandera. En los tiempos en que el Britpop daba sus últimos coletazos y las bandas comenzaban a complicarse más y más la vida, Coldplay pescaban en el caladero de unos Radiohead que se bajaban del carro del rock con el experimento electrónico de «Kid A». Tras las buenas maneras que mostraron en sus precedentes publicaciones independientes, estos cuarenta minutos postulaban a los londinenses como The Next Big Thing, tal y como gustan decir en la Pérfida Albión.
El LP comenzaba con la breve y maravillosa «Don’t Panic», que apoyada en un entonces novedoso videoclip animado, evidenciaba cuáles iban a ser las bazas del grupo en su puesta de largo. Tras ella llegaba «Shiver», que además fue el primer single extraído del disco. El videoclip presentaba a un grupo liderado por un casi imberbe cantante enfundado en su camiseta de los Rolling Stones simplemente tocando la canción en una habitación. Quién los ha visto y quién los ve… Un tema bastante directo que daba paso al críptico y oscuro «Spies», uno de mis favoritos dentro de su discografía, pese a que no goce del reconocimiento que merece. La faceta más folk del combo regresaba con el introspectivo «Sparks», mientras que la desbordante capacidad de emocionar al personal alcanza su momento álgido en los otros dos singles extraídos del disco: la preciosa y electrizante «Yellow», convertida en himno generacional, y esa dolorosa disculpa abierta que acometen con «Trouble», la canción con la yo descubrí al grupo y gracias a la cual caí rendido a sus encantos, a los cuales han renunciado – parece que irremediablemente – para la tristeza de muchos, entre los cuales, como es obvio, se encuentra un servidor. Los cuarenta y siete segundos acústicos de «Parachutes» servían – además de para titular a la referencia – para dar paso al anteriormente mencionado «High Speed», un tema que siempre me recordó a los Oasis de «Standing On The Shoulders Of Giants». En este tramo que se completa con «We Never Change» hay que reconocer que el nivel desciende, pero remonta con la jazzística «Everything’s Not Lost» que echa el cierre de manera oficial con un subidón final tras el protagonismo concedido al piano a lo largo de casi todo su minutaje, y decimos «oficial» porque tras unos pocos segundos de silencio aparece el hidden track «Life Is For Living» que hace que el corte sobrepase los siete minutos en total. Cabe destacar que la versión japonesa contiene dos bonus tracks tan golosos como «Careful Where You Stand» y «For You».
El éxito de «Parachutes» podríamos decir que radica en que es un disco honesto y sin pretensiones de ningún tipo, algo que no pueden decir de ninguno de los discos publicados en la última década. Uno de los secretos es el espléndido trabajo de Martin a la voz, dulce y – en ocasiones – turbadora, aplicando la intensidad necesaria en cada momento, lo mismo que las guitarras de Buckland, que con los años han perdido protagonismo hasta quedar relegarlas a la más absoluta irrelevancia. Lo decía al principio del artículo, «la sencillez y la elegancia por bandera», algo que ya se adivinaba desde el artwork. Finalizaré este artículo especial con la misma frase con la que hice lo propio hace casi tres años con el de «A Rush Of Blood To The Head»: dejaré que me invada la nostalgia escuchando a los viejos Coldplay…
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